No funciona nunca. O casi nunca, siendo generosos. Tener tres bases en una plantilla de baloncesto es un lujo innecesario que a no ser que se den unas circunstancias muy precisas, suele restar más que sumar. Es lo que pasa ahora en el Cáceres 2016 con la presencia de Alex González, Perico Sala y Pavel Ermolinski. El tercero está prácticamente marginado, en la lanzadera de salida si él quiere. Y es normal. De los 40 minutos que hay que repartir en esa posición, es extraño que se dividan en, por ejemplo, 15, 15 y 10. Ni aún así estarían contentos. Más bien lo contrario. Llevamos con el debate toda la temporada y va a seguir así, como un factor de ruido.
Parece que Alex va ganando la carrera. Ya no es el cadáver del principio de temporada, cuando salía 4 minutos y perdía 3 balones. No es una exageración. Sucedió en Zaragoza, por ejemplo. Le vamos conociendo y va gustando. No es un jugador muy regular, pero sí es agresivo de cara al aro y valiente, aunque falta por verle siendo importante cuando se va por detrás en el marcador. Ya digo: parece uno de esos tipos que se crece con el viento a favor. Defensivamente tampoco es tan “madre” como algunos dicen, creo yo.
Perico Sala está por debajo de lo esperado. Se nos presentó como el “Mesías” que iba a solucionar los problemas en el “1” cuando se le fichó al final de la pretemporada, pero no se le ha acabado de ver fino. En realidad, no es tan grave el asunto: su papel más adecuado en su carrera ha sido como reserva, dando descanso al Gianella de turno, como ocurrió en Plasencia. Tiene conocimiento del juego y demás, pero eso no basta de momento para discutirle la titularidad a Alex.
De Pavel ya se ha escrito todo. Con Aranzana ha jugado siete minutos en total en dos partidos (curiosamente, los únicos que lleva perdidos el nuevo entrenador). Lo tiene todo y no tiene nada: físico imponente, buen manejo, talentazo… pero escasa personalidad para llevar el peso del equipo y un tiro exterior francamente mejorable. Su juventud le condena además al final del banquillo cuando lo que se necesita en un momento tan complicado es oficio y determinación.
Históricamente, en el Cáceres CB tampoco funcionó nunca lo de tener tres bases. Veamos algunos ejemplos.
91-92: El equipo del ascenso también tenía su Ermolinski: Alvaro Rodríguez, un chaval sevillano de 19 años que medía 1,92 y subía bien el balón. Poquito más, aunque tenía su predicamento con el público teenager. Martín Fariñas tuvo su fase de enamoramiento con él y sorprendentemente le situó durante un mes por delante de los “profesionales” Angel de Pablos (un poco el Sala actual, pequeñito y con la mili hecha) y Toni Romero (parecidillo por el descaro a Alex). Curiosamente, Alvaro acabó siendo el que menos jugaba en la plantilla, quizás superado por la presión, vete tú a saber. Ya le preguntaré a Fariñas, que para el que no lo sepa trabaja en la Obra Social de Caja Rural en Badajoz. Alvaro no tuvo mucho más recorrido en el baloncesto: un año más vinculado, otro en Plasencia… ¿Alguien sabe algo de él?
94-95: A mitad de temporada está claro que Nebojsa Ilic no puede con su pubis y aparece un chollo económico como Sergei Bazarevich, recién cortado en la NBA. El ruso no era un alero, sino un base, y le trajo sombras negras a Jordi Soler, la “prima donna” del equipo y que vio reducido su protagonismo, y a David Brabender, postergado a partir de entonces. El equipo salvó los muebles en la liga, pero no hubo buen rollo. Tanto que ninguno de los tres continuó en el equipo –Soler hasta pagó 10 millones de pelas por pirarse al Murcia-- y el año siguiente se apostó por una dupla de directores formada por Pablo Martínez y Juanjo Bernabé, ya había debutado esa temporada en el primer equipo ya que estaba en el entonces vinculado Plasencia.
97-98: Otra de lo mismo. Problemas en la clasificación y Manel Comas se trae a su amigo Pablo Laso, ascendido automáticamente a la titularidad por delante de Pepe Arcega (qué bien jugó los años siguientes aquí el jodido maño) y por supuesto Bernabé. Una doble injusticia, aunque el equipo al final se salvara. Pero fueron ese tipo de operaciones las que hundieron económicamente al club: Laso jugaba en el Madrid y vino por una pasta increíble. Algún día contaré más despacio cómo me llamó por teléfono a mi casa para suplicarme que no enviara a Gigantes del Basket unas declaraciones suyas en una conferencia en un colegio mayor en las que rajaba sobre Bodiroga, que entonces vestía de blanco.
98-99: El colmo de los colmos. Pesquera heredó a Arcega y a Bernabé, pero se empeñó en traer a Paco García, aquel chaval que ni fu ni fa procedente del Estudiantes. Como no le valía con eso, y no sabía qué hacer con la tercera plaza de extranjero, tuvo un par de meses a un cuarto base, Norman Whiteside, que no superaba desde luego a lo que había. Antes había habido un pívot (el indescriptible Reggie Jackson) y se terminaría con un alero (el chuponcete Lamont Strothers). Paco García tampoco terminó la temporada y Arcega y Bernabé estuvieron más que correctos.
00-01: Julbe no hacía muy buenas migas con Arcega (la relación entre ambos a lo largo de sus carreras da mucho de sí, sinceramente). Así es que cuando se hizo cargo del equipo en sustitución de Flores, quiso poner su sello personal apostando por Oscar González, que entonces en el Cajasur era un buen base de LEB (lo mismo que ahora, vamos). Pero el maño siguió a lo suyo, jugando decentemente a pesar de los problemas físicos y compartiendo casi todos los minutos con Bruno Hamm, el talentoso francés que, por cierto, también acabó a tiros con el entrenador. Ya con Pepe fuera, Oscar tendría más protagonismo el año siguiente en un puesto más lógico de segundo espada por detrás o bien de Andre Turner o de Ferrán López.
Parece que Alex va ganando la carrera. Ya no es el cadáver del principio de temporada, cuando salía 4 minutos y perdía 3 balones. No es una exageración. Sucedió en Zaragoza, por ejemplo. Le vamos conociendo y va gustando. No es un jugador muy regular, pero sí es agresivo de cara al aro y valiente, aunque falta por verle siendo importante cuando se va por detrás en el marcador. Ya digo: parece uno de esos tipos que se crece con el viento a favor. Defensivamente tampoco es tan “madre” como algunos dicen, creo yo.
Perico Sala está por debajo de lo esperado. Se nos presentó como el “Mesías” que iba a solucionar los problemas en el “1” cuando se le fichó al final de la pretemporada, pero no se le ha acabado de ver fino. En realidad, no es tan grave el asunto: su papel más adecuado en su carrera ha sido como reserva, dando descanso al Gianella de turno, como ocurrió en Plasencia. Tiene conocimiento del juego y demás, pero eso no basta de momento para discutirle la titularidad a Alex.
De Pavel ya se ha escrito todo. Con Aranzana ha jugado siete minutos en total en dos partidos (curiosamente, los únicos que lleva perdidos el nuevo entrenador). Lo tiene todo y no tiene nada: físico imponente, buen manejo, talentazo… pero escasa personalidad para llevar el peso del equipo y un tiro exterior francamente mejorable. Su juventud le condena además al final del banquillo cuando lo que se necesita en un momento tan complicado es oficio y determinación.
Históricamente, en el Cáceres CB tampoco funcionó nunca lo de tener tres bases. Veamos algunos ejemplos.
91-92: El equipo del ascenso también tenía su Ermolinski: Alvaro Rodríguez, un chaval sevillano de 19 años que medía 1,92 y subía bien el balón. Poquito más, aunque tenía su predicamento con el público teenager. Martín Fariñas tuvo su fase de enamoramiento con él y sorprendentemente le situó durante un mes por delante de los “profesionales” Angel de Pablos (un poco el Sala actual, pequeñito y con la mili hecha) y Toni Romero (parecidillo por el descaro a Alex). Curiosamente, Alvaro acabó siendo el que menos jugaba en la plantilla, quizás superado por la presión, vete tú a saber. Ya le preguntaré a Fariñas, que para el que no lo sepa trabaja en la Obra Social de Caja Rural en Badajoz. Alvaro no tuvo mucho más recorrido en el baloncesto: un año más vinculado, otro en Plasencia… ¿Alguien sabe algo de él?
94-95: A mitad de temporada está claro que Nebojsa Ilic no puede con su pubis y aparece un chollo económico como Sergei Bazarevich, recién cortado en la NBA. El ruso no era un alero, sino un base, y le trajo sombras negras a Jordi Soler, la “prima donna” del equipo y que vio reducido su protagonismo, y a David Brabender, postergado a partir de entonces. El equipo salvó los muebles en la liga, pero no hubo buen rollo. Tanto que ninguno de los tres continuó en el equipo –Soler hasta pagó 10 millones de pelas por pirarse al Murcia-- y el año siguiente se apostó por una dupla de directores formada por Pablo Martínez y Juanjo Bernabé, ya había debutado esa temporada en el primer equipo ya que estaba en el entonces vinculado Plasencia.
97-98: Otra de lo mismo. Problemas en la clasificación y Manel Comas se trae a su amigo Pablo Laso, ascendido automáticamente a la titularidad por delante de Pepe Arcega (qué bien jugó los años siguientes aquí el jodido maño) y por supuesto Bernabé. Una doble injusticia, aunque el equipo al final se salvara. Pero fueron ese tipo de operaciones las que hundieron económicamente al club: Laso jugaba en el Madrid y vino por una pasta increíble. Algún día contaré más despacio cómo me llamó por teléfono a mi casa para suplicarme que no enviara a Gigantes del Basket unas declaraciones suyas en una conferencia en un colegio mayor en las que rajaba sobre Bodiroga, que entonces vestía de blanco.
98-99: El colmo de los colmos. Pesquera heredó a Arcega y a Bernabé, pero se empeñó en traer a Paco García, aquel chaval que ni fu ni fa procedente del Estudiantes. Como no le valía con eso, y no sabía qué hacer con la tercera plaza de extranjero, tuvo un par de meses a un cuarto base, Norman Whiteside, que no superaba desde luego a lo que había. Antes había habido un pívot (el indescriptible Reggie Jackson) y se terminaría con un alero (el chuponcete Lamont Strothers). Paco García tampoco terminó la temporada y Arcega y Bernabé estuvieron más que correctos.
00-01: Julbe no hacía muy buenas migas con Arcega (la relación entre ambos a lo largo de sus carreras da mucho de sí, sinceramente). Así es que cuando se hizo cargo del equipo en sustitución de Flores, quiso poner su sello personal apostando por Oscar González, que entonces en el Cajasur era un buen base de LEB (lo mismo que ahora, vamos). Pero el maño siguió a lo suyo, jugando decentemente a pesar de los problemas físicos y compartiendo casi todos los minutos con Bruno Hamm, el talentoso francés que, por cierto, también acabó a tiros con el entrenador. Ya con Pepe fuera, Oscar tendría más protagonismo el año siguiente en un puesto más lógico de segundo espada por detrás o bien de Andre Turner o de Ferrán López.