Dejemos de lado un poco el presente [modo irónico on] --demos un par de partidos más a Aranzana para poder despellejarle con argumentos sólidos y sin remordimientos-- [modo irónico off] y miremos un poco al pasado para reflexionar sobre algo que estos días retumbaba en las radios: ¿le interesa al Atlético de Madrid de Quique Sánchez Flores seguir en la Liga Europa o le vendría mejor quedar eliminado y centrarse en la competición nacional?
No, esto no se ha vuelto un blog de fútbol, ni sobre el Atleti, mal que le pese al "indio" Macario. Simplemente es que la situación me conecta con lo que pasaba hace unos añitos aquí, cuando el Cáceres se metía a jugar en competición europea --¡cuatro veces!-- y al poco tiempo surgía el debate sobre si era mejor buscar la eliminación porque inevitablemente había problemas clasificatorios en la ACB.
Las circunstancias, desde luego, solían ser críticas. El equipo salía de Cáceres temprano un lunes, hacía dos o tres enlaces aéreos y luego, si no había suerte, tenía otro rato de autobús. Jugaba en alguna inhóspita cancha (quizás del este) el martes o el miércoles y pasaba noche por ahí. Muchas veces regresaba el jueves por la tarde sin tiempo apenas para preparar el siguiente partido, que muchas veces era el sábado y ya el mismo viernes debía coger otra vez el bus.
Aquellas noches europeas nos daban un subidón importante. Escuchar a Paco Mangut y/o a Andrés Campos narrando victorias en Grecia, Italia, Serbia, Croacia, Polonia, Rusia, Portugal, Suecia... te agrandaba, sentías que aquellos chicos de verde te ponían en el mapa. Nunca tuve ocasión de acompañar al equipo en aquellos viajes. Mi hermano José María sí, sobre todo el primer año europeo, el de la semifinal Korac, y pocas veces le he visto tan entusiasmado trabajando. Pero siempre había un pero. Tras saborear la gloria en Milán, el sábado siguiente te daban una tupa en Manresa. Y el equipo abajo normalmente.
Nunca se aclarará lo suficiente si el 20 de enero de 1998 Manel Comas dio órdenes a sus jugadores de no culminar la remontada en la eliminatoria de octavos frente al KK Zagreb. Se había perdido allí de un escandaloso 98-63, un mensaje inequívoco de que el equipo estaba hecho trizas. Sin embargo, una semana después, en una impresionante demostración, la desventaja de 36 puntos llegó a ser reducida a 32 a falta de minuto y pico (82-50). Y eso que al descanso la cosa iba 35-26. En una gran noche de Emiliano Morales (27 puntos, 9 rebotes, algún día hablaremos de él), el público del V Centenario flipaba, pero hubo un par de errores que evitaron el milagro. ¿Cómo era posible? Parecía que los jugadores querían decir: "no pasamos, pero porque no queremos, eh".
Europa daba prestigio, pero a un precio muy alto. Las lesiones se multiplicaban y ya se sabe que a los jugadores de baloncesto les hace más daño que a nosotros, los bajitos, ir en transporte público. Es lo que en cierto modo están pensando ahora en el Atlético de Madrid. ¿Merece la pena embarrarse con la antigua UEFA, todos sus partidos de jueves y sus largos desplazamientos cuando en la Liga estás tan mal?
No tengo la respuesta, pero como soy un poco romántico me inclino más a decir que cuando has luchado tanto por estar en un sitio (como era la competición europea para el Cáceres entonces) tienes que apechugar y apretar el culo para seguir compitiendo con dignidad, no entregarte. Pero la experiencia dice que todos aquellos años, el equipo mejoró en la liga a raíz de ser eliminado. Maldito romanticismo, ¿verdad?