Los aficionados a la arqueología verdinegra tenemos una emocionante cita el próximo lunes en el Trofeo Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. Viene el Fuenlabrada, de ACB, pero viene sobre todo José Antonio Paraíso. Pocos podrán discutirme que es y probablemente será el jugador más importante de la historia del baloncesto cacereño.
Así de claro. Quizás hubo jugadores americanos de más calidad o gente con ese carisma especial que sólo pueden ofrecer los de casa. Pero nadie con tanto peso, tan poderoso, tan significado, como Paraíso, que, aparte de ser leyenda en Cáceres, es también alguien importante en el basket (nacional más veterano de la ACB en la actualidad, por ejemplo).
No os voy a aburrir con sus números, sus logros, muchos de los cuales disfrutasteis en directo. Para eso asomaos a la wikipedia o a su ficha en ACB.com. Paraíso es algo más que simples datos, que canastas y rebotes. Era el icono de un equipo, de un espíritu, de una felicidad que a veces resultaba dolorosa, cuando los vientos iban en contra. Aquí le vimos hacerse un auténtico número 1 (mejor alero alto español durante varios años), aquí le hicimos grande y él nos hizo grandes a nosotros con su juego y su implicación.
La primera vez que pisó Cáceres fue un 29 de octubre de 1991. Tenía apenas 20 años y, curiosidades de la vida, ya aquella noche de martes en la Ciudad Deportiva se vio que tenía magnetismo con esta ciudad. Anotó 17 puntos en 19 minutos en la victoria del Juventud Alcalá, su club de formación, una de las pocas veces que cedió el equipo del ascenso en casa (85-87). Un "partido resaca" tras la victoria en Entrepuentes con Jiri Okac aporreado, por cierto.
Ya lo sabéis: el chico iba para figura y lo fichó el Barça, pero ni ahí ni en el León (cómo se tiraron de los pelos durante años allí por eso) acabó de cuajar. Y, apuesta de Manolo Flores, apareció aquí en el verano de 1994, intentando refundar su carrera cuando parecía que iba a ser otro juguete roto, otra promesa no cumplida. Tengo un flash de esos muy personales: comprar el Marca a las 9 de la mañana en Torremolinos y leer en un breve la noticia en un autobús urbano. Una noticia que cambiaría nuestras vidas, ¿no?
Con Paraíso, el Cáceres empezó a aparecer en el mapa ACB realmente, aunque llegase después de la mejor temporada del club (quinto puesto). Él le dio un salto de calidad a la plantilla durante los siete años siguientes, provocó innumerables desequilibrios desde una posición tan decisiva (más todavía cuando fue adquiriendo un tiro más o menos fiable) e hizo, sobre todo, que no se dependiese tanto de acertar en la totalidad del trío de extranjeros, que normalmente se fichaba pensando en complementarle. Por cierto, ¿alguien se explicó por qué, en la temporada del "playoff" de permanencia ante el Ourense, Comas trajese a otro "3" como Tim Breaux? No olvidemos que aquel año "el de Torrejón" (¿cómo es el gentilicio?) fue el máximo anotador nacional de la competición, nada menos, y empezaba a ser fijo-discontinuo en la selección española. El tío era un auténtico flotador para el equipo, y no por su físico.
¿Muchos halagos, no? Es que siempre rindió y lo único que levantaba controversia a su alrededor (aparte de la envidia que a menudo provoca el éxito ajeno) era que, como no podía ser de otra forma, los "grandes" de la ACB se lo disputaban cada verano. Los casi siempre largos procesos de negociación terminaron en nada (con el previsible tira y afloja y debate al respecto) hasta que en el 2001 Luis Casimiro convenció al Pamesa para que soltase 200 kilos "de los de antes" y se lo llevase. Fue como si trasladasen piedra a piedra la torre de Bujaco (toma hipérbole), pero lo mejor para todos, sobre todo para un club que con ese dinero pudo tomarse un respiro en su ya caótica situación. Y Jose necesitaba "intentarlo" en un equipo que aspiraba a la primera fila y firmó por una pasta increíble, aunque aquí fue casi siempre el nacional mejor pagado con diferencia.
A muchos les sentó mal y no lo entendieron, pero en "primer regreso" al Multiusos creo recordar que sólo cuatro bobos le pitaron, y además falló un tiro decisivo que facilitó la victoria del Cáceres CB en la prórroga. Un último servicio, supongo, pese a los 14 puntos y 12 rebotes que logró (con malos porcentajes). Luego, ya convertido en un jugador complementario, ha tenido últimas estaciones en Granada y Fuenlabrada, donde me cuentan que es muy feliz, disfrutando del baloncesto, como ha hecho siempre, y con una vida personal muy asentada.
Si como jugador le vimos evolucionar, también como persona. De ser casi un crío a un tipo maduro. De escuchar a los veteranos a ser él el que daba los consejos. Como imagináis, en siete años me resultó imposible no tener algún roce con él, sobre todo respecto a informaciones que rondaban sobre su venta (hubo un verano nunca entenderé cómo no fichó por el Tau cuando estaba hecho). Pero siempre desde el buen rollo y la educación. En el fondo, un buenazo, como demostraba sobre la pista pese a lo mucho que le sacudían. Por eso chocó tanto su amago de bronca en un partido con Nikola Loncar, el gramaticalmente confuso analista NBA de Canal Plus.
"Ej que...". Nunca dejó de hablar en madrileño, y ahora menos. Con el mismo acento con el que seguro que el lunes dará las gracias a los aficionados que durante tanto tiempo le ADORARON.